
DEPARTAMENTO DE PASTORAL
Queridos alumnos:
Entramos en el mes de junio y con él en la etapa final de nuestro curso. Es bueno que reflexionemos desde la óptica religiosa sobre esta última etapa de nuestra vida. Mirar adentro para sacar enseñanzas, purificar nuestras vivencias, perdonar y perdonarnos, aceptar las lecciones a veces duras que nos han llegado con la pandemia, el confinamiento, la enfermedad y la cruz.
En todas nuestras aulas nos preside la cruz de Cristo. Os invito a que cerréis los ojos, volváis a clase y miréis hacia lo alto, hacia el crucifijo.
La cruz es un instrumento de tortura, reservado a cierto tipo de delitos, y que en la Palestina del tiempo de Jesús sólo podía aplicar la autoridad romana. Nuestra iconografía se ha detenido en ese penúltimo instante, pero la cruz de Cristo no es la última palabra de Dios. Todavía nos espera la Resurrección.
¿Puede ser atrayente la figura de alguien que acepta morir en una cruz? ¿Es la cruz un éxito o un fracaso?
Todos nos escoramos en la vida, ofrecemos sacrificios a uno de los dos polos del éxito: el dinero (con el poder que acarrea) o el amor (que se muestra en el servicio). Primero pequeños pasos, luego más grandes. Incluso hay quien lo rinde todo a tener dinero, y por ello sacrifica familia, amigos, tiempo. Por el contrario, otros eligen compartir, escuchar, dar y darse con radicalidad.